Saltar a la libertad


Durante años estuve martirizándome, porque ya no deseaba seguir en esa relación tan dañina, pero no sabía cómo salir de ella. Me sentía encarcelada. Tenía muy claro que no deseaba estar donde estaba, pero no me veía capaz de dar el paso. Soñaba con el día en que mi pareja, en una de sus infidelidades, se enamorara de otra y decidiera dejarme en libertad. Sería perfecto que así fuera y se sintiera culpable y de esta manera no habría represalias para mí, por ser yo la que tomara el paso. Durante años anduve culpándome por la falta de valor, por tener miedo, no sólo a lo que él pudiera hacerme a mí o lo que intentara hacer a mi familia. También le tenía pánico al desamparo económico en el que me vería si escapaba. Ese tiempo no pasó en balde. Estaba trabajando para ser libre. Intenté buscarme un trabajo con más sueldo y  ahorrar dinero. Pero el tiempo de ver la libertad parecía eterno. No encontraba la salida, no me veía capaz. En varias ocasiones había roto la relación y me había escapado de casa. Pero tenía que volver porque no tenía adónde ir.
Cuando vives con una persona maltratadora, siempre andas en el borde de un precipicio, a punto de saltar hacia la libertad pero con un miedo terrible al vacío. A veces deseas saltar, a veces el vértigo te frena y durante un tiempo andas siempre con un pie en tierra firme y el otro deseando saltar al precipicio, siempre con dudas. Sin embargo, llega un día en que ocurre algo lo suficientemente fuerte que te hace saltar. Somos un vaso a punto de colmarse y llega un día que, con el hecho más absurdo, el vaso se colma. Nuestro corazón se llena de fuerza y determinación.  Ese día... saltamos al precipicio y no volvemos a agarrarnos al filo esperando un futuro más tranquilo. Sólo saltamos y saboreamos el placer de la caída libre, tan aterradora y a la vez tan libertadora

Comentarios

Entradas populares